D. O.
Cuando llevaba un año con mi pareja, decidimos que no podíamos esperar más si queríamos tener un hijo, los dos teníamos 38 años, convencidos de que, aunque yo ya era mayor, no tendríamos ningún problema en quedarnos embarazados. Todos nuestros hermanos, primos, etc, se habían quedado embarazados sin problema. A pesar de la edad nos dimos un año. Con 39 años ya nos planteamos que había que buscar ayuda.
D.O.
Fuimos a varios centros de reproducción asistida y por primera vez nos hicieron análisis a los dos, calidad de semen y hormonal. Los comienzos en este mundo fueron muy duros porque nos dijeron que por mi edad teníamos pocas posibilidades y encima no podíamos hacer nada para mejorarlo. Después de muchas dudas nos decidimos por el centro que más confianza nos dio y en el que podía compaginar el tratamiento con mi trabajo. Allí hicimos dos ciclos, con dos transferencias, una con resultado beta negativo y la siguiente con beta positivo. En esta segunda, la beta no subía al ritmo que debía y nos temíamos lo peor. Al final en la semana 8 tuvimos un aborto espontáneo. Un palo muy fuerte. En ese momento yo me negué a pensar que no se podía hacer nada y empecé a investigar por mi cuenta qué se hacía en otros sitios y en otros países para mejorar la calidad de los óvulos, del semen y aumentar las posibilidades de embarazo. Eso acompañado de la búsqueda de otro centro de reproducción asistida que nos diera alguna alternativa nueva, no queríamos volver a pasar por lo mismo. En el nuevo centro me dijeron que ese mioma que me habían visto ya en todos los controles ginecológicos de rutina y que siempre me habían dicho que no tenía importancia, había que extirparlo inmediatamente si quería tener alguna posibilidad de éxito. No nos lo pensamos dos veces, me operé esa misma semana. Ahora todo estaba listo para volverlo a intentar, sólo teníamos que mejorar la calidad de los óvulos y del semen. Para ello, de la información que había leído, empecé una dieta de depuración hormonal, como se suele denominar, y evitar todos los alimentos que pudieran estar causando algún tipo de daño en mi cuerpo, como el gluten o la lactosa (en los análisis que me hice no tenía intolerancia a ninguno de los dos, pero parece que está demostrado que nos son muy buenos para nadie).
Además de eso tanto mi pareja como yo empezamos con complementos vitamínicos. Y por supuesto nada de alcohol, tabaco (eso era fácil porque nunca he fumado) o café. Teníamos cuatro meses hasta que me recuperara de la operación y pudiéramos empezar con las estimulaciones. Cuando ya pasó el tiempo y empecé con la primera estimulación y no fue muy bien, 8 óvulos pero sólo 3 de buena calidad, pensé que si quería completar el “plan de mejora” tenía que ir a sesiones de acupuntura, tal y como recomiendan muchos centros extranjeros. Ahí es donde conocí a Richard, y con él seguí durante el resto del tratamiento, otras dos estimulaciones más, con sus extracciones de óvulos y por último la transferencia. Richard me ayudó a relajarme, me aconsejó sobre los complementos vitamínicos y la alimentación, y en las sesiones mejoró la circulación de sangre a los ovarios para que produjeran óvulos de mejor calidad. Todo esto en base a mis análisis y mis resultados hormonales. Además de eso me ha escuchado siempre que he tenido miedos, dudas y no se ha cansado de contestar todas mis preguntas. He estado con él desde la segunda estimulación hasta las 11 semanas de embarazo, porque sí, ahora mismo estoy embarazada, si todo va bien de mellizos. Como resultado de las tres estimulaciones conseguimos 8 óvulos de buena calidad, de los cuales fecundaron 5 y a 3 de ellos se les hizo la dgp, y sorpresa, dos de ellos eran embriones sanos. Me transfirieron los dos y todavía están conmigo. Ha sido un proceso muy duro y muchas veces me he sentido sola e impotente, y creo que ha sido muy importante que alguien, como Richard, entienda, valore y apoye todos los esfuerzos que una está dispuesta a hacer, y además te indique el mejor camino a seguir.